domingo, 7 de junio de 2009

Ema y la oscuridad


El Lucero navega por territorios desconocidos, y sus tripulantes, parece que tuvieran los ojos vendados, porque nadie atisba a deducir la posición de la nave, exactamente. Sólo tienen una vaga idea de que están sobre un desierto, y la sed acucia, sin remedio.

Ema sabe que ha de brillar, tanto como la noche, como la luna que presiente posada sobre los cerezos, pero ahora, la soledad tiene ojos profundos, porque un hombre de tierra, pura candela y tierra en sus caricias, le dejó una tristeza de lluvia sobre sus hombros, y se fue a buscar la fantasía que todos los hombres buscan, la del corazón hambriento, la del cuerpo muerto de sed, saciado en un lecho de agua, una mujer de agua, para un hombre de tierra. Ema observa la noche desde su bitácora, cuenta estrellas, y de sus senos, se desprenden mariposas.

Volverá a brillar, porque la oscuridad es un reto, una esperanza, y está a punto de explotar en mil partículas, para acabar con la pena.