lunes, 1 de diciembre de 2008

Bajo el claro de luna

¿Quién dijo que se esconde la luna, mientras el asfalto ruge en la ciudad?

Era la tarde,
la tormenta y el viento norte
no acababan de dirimir aún sus diferencias.
Cuatro lunas han pasado ya
desde la recuperación solar.

Las esporas liberadas
se encienden como candiles,
llevan colas de luciérnagas
en sus regazos de carne vegetal.

Resplandecen refractando
la señal del astro luminoso
para los navegantes.
Han perdido su timón,
pero no tardan en llegar las nuevas coordenadas.

Los baules polvorientos de la casa de Ema
tosen, de vez en cuando quieren que los abran,
dentro de sus fauces aullan las páginas en blanco
que quieren derretir su virgen faz
en los umbríos recodos de los secretos vigilados
de Mr. Cook.

Sin pausa se suceden las visiones del Chamán
hasta el inevitable y vital encuentro
bajo el claro de luna.

Es preciso construir las huestes,
susurra el viento en sus oídos...
el roble sagrado se anuncia
desde las entrañas florecidas de un nuevo día.


Pétalos suicidas en las pestañas del viento
y una frazada de lumbres violetas
para la luna verde, señalan el nacimiento.
Las hadas agitan las ramas.

Aril

1 comentario:

Carina dijo...

Hermoso, estamos sacado del ropero magíco de Ema unas cosas sorprendentes, que ni nosotros mismo podemos imaginar, jua jua, saludos.
El chamán.