jueves, 4 de diciembre de 2008

El árbol/faro


Mirando hacia el este, quedó Aril, violeta su iris expectante.
Ema y el Chamán ayudaron a la Encantadora mientras acunaban en sus brazos a las niñas multiplicadas, que ya exhaustas reclamaban una siesta. Partieron por el sendero en sombras, dejando a Aril allí… debía esperar el susurro sola, un rato más. Era esencial para poder abordar la misión del Árbol en forma de León esperar el mensaje.

Detrás de la cascada en el claro de luna, una luz amarilla se encendió y las aguas de la cascada de lluvia se corrieron como velos invitando a Aril a pasar. Estaba listo el sillón de los sarmientos de la vid antigua para recibir a su dueña. Solo que esta vez, no llegó la mujer montada en su caballo rojo, con su cesta de ramas de canela y manzanas que solía regalar a sus amigos, “…para que traguen con dulzura el consejo”, como siempre decía.
La sacerdotisa estaba ausente a la cita. En cambio en su lugar, una larga trenza de ramas de romero se desovillaba a los pies del hada, arrojando al final de la misma la enorme cáscara de una nuez dorada que se elevó hasta su frente y la miró con los labios entreabiertos.
Algo acongojó el corazón de Aril. Acostumbrada a sus pasos anunciados por los grillos y a mirarse en el ojo de agua dentro de su casquete escarchado.
“No te aflijas, mi niña…- la voz de la sacerdotisa se derramó desde la boca de nuez.- He partido a dormitar en las grutas donde se pone el sol, detrás de las montañas, pues es ésta mi estación marchita. Vengo hasta ti con mi voz para los navegantes, la misión que la maga de las estrellas me entregó antes de partir. Allí, justo donde convergen el sendero de aguas frescas del río de los robles encantados y la mar, ha crecido un árbol nuevo. Un árbol con raíz de ombú, tronco de araucarias y flores de durazno, con las ramas más altas jamás vistas. Él también, como los robles del río sagrado, crece sin remedio alguno en las noches de luna espejada. Te diré el secreto, querida niña. El árbol y yo estamos unidos por destino, seremos uno en la vigilia de los sueños imposibles y nuestras almas en luz serán el faro que guíe todos los viajes de nuestra nave hacia los confines lejanos de nuestra búsqueda infinita. Yo estaré allí cuando se acaben las fronteras y se esfumen las señales que los unen a este mundo. Sólo deben pronunciar mi nombre, extenderé mis brazos y las ramas del árbol se encenderán y crecerán lo necesario para ser vistas desde cualquier punto del universo.”
Aril escuchó atentamente, luego miró dentro de la nuez, encontró un mapa con la marca del lugar exacto donde hallar el faro y una pequeña llave misteriosa.
“Hoy deberán partir sin mí, mi niña… en la misión del Árbol en forma de León, pero antes debes abrir la pequeña puerta que se encuentra en lado oriental del tronco del árbol. Allí encontrarás mi cuenco de pociones mágicas. ¿No querrás que mueran de hambre los argonautas en su travesía, verdad? Tú deberás amasar para ellos el pan que comulguen en este viaje, el de la camaradería y la lealtad. ¡No olvides las ramas de canela y las manzanas! Para que la palabra entre ustedes sea siempre verdadera y justa y acaricie dulcemente al corazón.”
Sin más para agregar, se deshizo la dorada cáscara de nuez en frágiles hebras que, anudadas a las esporas del aire, comenzaron a flotar llevando la risa de la maga y el canto de la sacerdotisa.
Aril ordenó a las hadas agitar las ramas para despertar los vientos y a éstos arrojar las nuevas hebras del aire por todas las aldeas, todos valles, los campos de flores y los arroyos. Luego, tomó una nube de su cofre y emprendió su vuelto inmediato.
Flotaban los cristales del aire sobre los tintes anaranjados del atardecer .
Aril

2 comentarios:

Carina dijo...

Preciosa va quedando la historia, la llamada para la sacerdotiza es un momento muy místico, y a la vez, amoroso. Dani, llevaste muy bien el relato, siempre dándole tu toque de belleza a las palabras...

Unbeso

Ema***

Carina dijo...

Hermoso esta historia, me ancanta ver la magia de tu imaginacion, mi admiracion hacia esta historia, me quedo sin palabras.
Lobo gris.